"Estos poemas los desencadenaste tú,
como se desencadena el viento,
sin saber hacia dónde ni por qué.
Son dones del azar o del destino,
que a veces
la soledad arremolina o barre;
nada más que palabras que se encuentran,
que se atraen y se juntan
irremediablemente,
y hacen un ruido melodioso o triste,
lo mismo que dos cuerpos que se aman."
Todo es una cadena atada a otra.
Un rastro de migas que no lleva a casa.
El ego ha cobrado su precio en oro
para que nuestros ojos mientan cuando miren al cristal.
Allí a lo lejos, o no tan lejos,
muchas lápidas deberían cambiar su nombre.